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Mano Lenta, donde el deseo acaricia la felicidad

  • basterretxeasantam
  • 24 ene 2021
  • 4 Min. de lectura

Mikel Basterretxea

Hay un lugar en Gasteiz, calle Pintor Tomás Alfaro 11, donde las sonrisas florecen al cantar la comanda. Un rincón canalla en el que mayores y pequeños, solteros y casados se olvidan de sus problemas poniendo como excusa el buen yantar. Platos rebeldes llenos de mimo y conocimiento técnico de la más vanguardista gastronomía invaden las mesas correctamente organizadas por el protocolo anti-Covid. Recetas de un autor de cuyo nombre no puedo acordarme; solo pude leer un "García" en su chaqueta.


El restaurante Mano Lenta es la encarnación en comida del anhelo del reencuentro. Un brindis perfecto con los tuyos para redimirse de los meses de confinamiento. Un local joven, con exponencial entusiasmo que se declara abiertamente feligrés de "la nueva generación de la comida casera". Están en lo cierto, el camino de migas de pan que sella su particular estilo está destinado a consolidarse con el paso del tiempo. El servicio, así mismo, siempre afable y cercano, acompasan con el ritmo de una cocina descarada y al descubierto, en la que el el comensal puede observar cómo se elabora su menú. Del mismo modo, el chef observa con cariño la reacción del cliente. Es algo que está de moda, y lo aplaudo. Pero pasemos al menú que degusté en compañía de mi familia.


Las cremas frías tienen tantos amigos como detractores. Con una correcta elaboración, a modo de entrante, es algo que no tiene precio. Nunca mejor dicho, puesto que este fue el aperitivo de la casa, preludio de un desfile de sabores que tronó de alegría en todo su trayecto. Acompañada de unas pipas de calabaza tostadas, aquella crema de verduras puso en juego un partido de calidad culinaria más que notable. Mi hermana y mi primo, por diversos problemas de alergia, se decantaron por pedir de la carta. Como aperitivo a compartir, su elección fue un fastuoso y pirotécnico milhojas de patatas bravo, explosivo en el paladar con notas morunas de tinte exótico. Ahumado, ligeramente picante. Ornado con unas salsas a tener en cuenta, sensacionales.





A los entrantes les procedió un guiso de lentejas de los que besan el corazón y abrigan el estómago. Un cocido de los de siempre, una oda al "chof chof" que sintoniza la dial de la niñez para viajar en el tiempo a un día de invierno en casa de amama. Terneza, sabor, paciencia. Varias ramas de trabajo arraigadas al fondo de una cazuela simple, pero trabajada. En definitiva, un plato de diez, perfectamente ejecutado.


Quien me conoce sabe que la carne corre por mis venas, y no miento al afirmar mi respeto hacia el pescado. Mas el salmón marinado a la plancha que el sukaldari García nos dispuso sobre un lecho de coliflor sorprendió para bien las pudorosas excusas que suelo emplear para eludir la ingesta de peces. Aromas, potencia en el sabor, mantecosidad superlativa. Todo un canto vikingo con estribillo alavés, retreta marina certera en emplatado y punto de cocción. Chapó.


A medida que la saciedad se adueñaba de mí, la voracidad inicial sucumbía a la pausa del bocado lento. Tras el salmón llegó la carne, y con la carne, el pecado. Un entrecot tostado, con escamas de sal y vientre sonrojado; terneza a raudales en una porción sabrosísima a la vez que escasa. Aun estando mi cinturón amenazante de reventón, me hubiese comido otra porción sin realizar apenas esfuerzo. La sonrisa enmascarada del cocinero al ver nuestro disfrute animaba más a hacerlo. Qué bonito ver a la gente disfrutar de su oficio.



Restaurante Mano Lenta. Foto: El Mundo


En último lugar, y antes de poner fin a la velada con un par de sorbos de café fenomenal, mi tío consiguió el beneplácito del camarero para sacar a sala al sukaldari, quien recibió satisfecho la ovación de nuestra mesa. Joven, entusiasmado y profesional. Un talento inmaculado que tardará poco en abrirse un hueco en la cocina de label euskaldun. El homenaje a modo de lisonjas y apreciaciones al gourmet llegó de la mano de un postre rotundamente impecable, un acierto en cualquiera de sus aspectos. La palabra 'tarta', si tiene el apellido 'de queso', se postula generalmente como candidata a culminar la estancia. Es el postre Elegido, y cuando está bueno, se goza. Sin embargo, cuando es la mejor "cheesecake" que has comido jamás, aun dejándote sin palabras, se dice y punto. Nada más que añadir, Su Señoría. Me vuelvo a quitar el sombrero.


Mano Lenta: veni, comedit, vinci. Por 23€ el menú (creo recordar), es una apuesta a caballo ganador, que ansío podáis disfrutar entre el tedioso bamboleo de medidas que se están tomando para frenar al virus. En cuanto se pueda, para celebrar un cumpleaños, una cita romántica o la grandeza de la amistad, no lo dudéis: Restaurante Mano Lenta, un hogar con filosofía propia y savia nueva. Disfruten de la hermosura del buen comer en el centro de Vitoria. On egin.


Ahora y siempre, con los hosteleros, ganaderos y agricultores locales. Los que se preocupan por el producto y nuestro bienestar. Biba zuek eta eutsi goiari!!!


 
 
 

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